Después de varios años de crisis, hasta los trabajadores más
previsores en los tiempos de bonanza están llegando ya a situaciones límite. Y
es que aunque hubieran intentando ahorrar, debido a la desastrosa gestión del
Plan Prepara y los retrasos del FOGASA, un gran número de desempleados ya
están, desde hace meses, en números rojos.
Con millones de
parados y un año terrible para el empleo, muchos de ellos continúan mirando al
nuevo año con pesimismo. El mensaje del Gobierno es claro, la recuperación ha
empezado, y ya se está notando. Durante estas épocas navideñas veremos
constantemente en la televisión centros comerciales abarrotados, mientras nos
cuentan que el consumo se ha reactivado.
Pero en un país en que muchos de sus habitantes pasarán frio
durante el invierno por no poder pagar la electricidad, toda esta situación no
más que es un espejismo. Poca confianza les queda ya en las previsiones del
Gobierno de que vendrán tiempos mejores cuando han sido abandonados a su suerte
(recordemos, una vez más, el Plan Prepara y el caos del FOGASA) y han sido el
objeto de los principales recortes, no sólo laborales, sino en el ámbito
educativo y otros servicios sociales, por no hablar del progresivo
encarecimiento del coste de la vida, con el IVA por las nubes y los sueldos de
todos aquellos que todavía conservan su trabajo por los suelos.
Y falta todavía la última vuelta de tuerca, un ajuste más en
la reforma laboral del que los ciudadanos hemos sido los últimos en enterarnos y que muy
probablemente, traerá sorpresas ocultas como ya ha sucedido con las anteriores
reformas.
Con estas perspectivas, es muy complicado que los parados
puedan ver un 2014 con brotes verdes, por mucho que el Gobierno se lance a ofrecernos
estadísticas y fríos números que no tienen ningún efecto en la vida de a pie de
los que están viviendo las peores consecuencias de la crisis.
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